miércoles, 16 de marzo de 2016

"Crónica de Sofía"


Hoy traigo una crónica especial sobre el concierto que ofreció la Orquestra de Frautas de Galicia el pasado 27 de febrero en el Museo del Castro de Viladonga. 

La crónica mezcla lo real con lo imaginario y está protagonizada por una joven flautista de nuestra orquesta que precisamente ese día hacía su debut. Al final de la crónica hay un enlace para descargar el relato.

Espero que os guste a todos y especialmente a su protagonista: Sofía.

               
“Crónica de Sofía”
Por Pablo Coria

Sofía se levantó temprano esa mañana del sábado. Y es que no era un sábado cualquiera, era el día de su debut con la Orquestra de Frautas de Galicia. Seguro que se acordaría de esa fecha en un futuro: el 27 de febrero de 2016.

Lo primero que hizo Sofía después de levantarse fue dirigirse a su armario para coger la ropa y vestirse. Por cierto, su armario no era un armario cualquiera. Y es que los armarios de sus amigos y amigas tenían posters de futbolistas, cantantes y demás personajes famosos, sin embargo el armario de Sofía estaba repleto de carteles anunciadores de los ensayos de la OFG. Bueno, realmente estaba repleta una de las dos puertas del armario, qunque a este paso, la otra pronto iba a estar también empapelada.

Después de vestirse, Sofía abrió las persianas y en ese momento su sorpresa fué mayúscula. ¡Estaba nevando!. No podía creérselo. Era el primer día del año que estaba nevando en Lugo y además lo estaba haciendo de una manera copiosa. Lo extraño del caso, es que Sofía en lugar de alegrarse, ya que a ella le encantaba la nieve, por el contrario se llevó un gran disgusto. La razón de su decepción era que semejante cantidad de nieve podría suponer la cancelación del concierto de la Orquesta de Flautas y arruinar su debut.

Nuestra protagonista decidió salir de su habitación e ir al encuentro de su familia. Sin duda ellos sabrían lo que había que hacer y la tranquilizarían. Sin embargo, “tranquilidad” era una palabra que parecía que se había ido a vivir a otro domicilio. Allí estaban su padre y su hermana discutiendo sobre si sería prudente que Claudia fuese al ensayo de la Banda Filarmónica con la nevada que estaba cayendo. “El mundo de Sofía” (como el título del libro) se desmoronaba. El concierto de la orquesta iba a ser en un lugar privilegiado, El Castro de Viladonga. Pero eso sí, para llegar a ese lugar había que desplazarse 25 kilómetros por carretera. ¿Cómo iban a poder recorrer ella y toda la orquesta semejante trayecto si llegaba a estar todo nevado?.

Lo que vino después fue la transformación de su casa en la Agencia Estatal de Meteorología. Sus padres consultaban diferentes páginas de predicción meteorológica con ordenadores, tablets, teléfonos móviles y todo tipo de dispositivos. Sofía llegó a pensar que hasta la tostadora estaba conectada a Internet; pero el caso, es que después de una tiempo de incertidumbre, la climatología dió una tregua y parecía que el concierto iba a poder celebrarse.

A una mañana agitada siguió una comida tranquila y los preparativos para el concierto. Era el momento de repasar todo; la flauta estaba lista en el centro de la cama, la carpeta con las partituras parecía mirar a Sofía con cara de advertirle que no estaba dispuesta a que por enésima vez le abriera las tripas para ver si tenía todas las partituras en su interior. Atril no había que llevar, y el espejo le volvió a confirmar a la impaciente flautista que sí; que ya se había vestido de negro y que incluso se había puesto ese detallito de color que había pedido Salva el director, para que alegrara un poco el negro de la indumentaria. Su detalle de color iba a ser su pin de muñequita rosa con el pelo afro que iba a poder escuchar el concierto desde un lugar tan privilegiado como era la chaqueta de Sofía.

La siguiente parte del día podríamos decir que fué cosa de mayores: reunión en la cafetería, saludos, viejas historias y el ritual inexplicable que tenían los mayores de no poner cara de asco mientras tomaban el café a sabiendas de que aquel brebaje era imposible que le gustase a nadie. Pero bueno, ese ritual ancestral quedó atrás y ya estaba por fin subida en el coche de Pablo acomodada en el asiento trasero y con Lucas ocupando el asiento del copiloto. Ese fue el momento en que Sofía tuvo que demostrar su habilidad con los sinónimos ya que Pablo le preguntó siete veces de siete distintas maneras si no tenía calor con el abrigo puesto. Sofía tuvo que hacer un alarde de manejo del idioma utilizando expresiones como: “no, que va”, “de ningún modo”, “estoy bien”, “no tengo nada de calor”, y evitando respuestas más expeditivas como las que le daría a su madre ante semejante insistencia. Pero bueno, el coche empezó a moverse y fue sumando kilómetros o restándolos de su destino. Por cierto, eso era algo que no acababa de tener claro y que tenía que pensar y decidir más tarde. Transcurrida media hora, por fín llegaron a su destino: “El Castro de Viladonga y su Museo”.

A partir de ahí, fue bajarse del coche y darse cuenta de que aquel lugar en el que ella había estado con anterioridad con su cole, parecía hoy totalmente distinto. Y es que el Castro, ¡hoy estaba lleno de flautistas!. Ronda de saludos, reparto de besos y a dejar los bartulos. La bienvenida prodigada al grupo de flautistas fue digna de gente importante. Allí estaba el personal del museo, encabezado por Ana, Elena y Marta recibiendo con alegría y cariño a la Orquestra de Frautas. A continuación disfrutamos una pequeña visita a las distintas salas de exposición y llegó el momento de dejar sus cosas. Para sorpresa de Sofía y de toda la orquesta ni más ni menos que los llevaron a la biblioteca del Museo. Nuestra pequeña Sofi, que ya conocía el Museo, no había sin embargo tenido el privilegio de acceder a este reducto de sabiduría que es la biblioteca. Y ya saben aquellos a los que les gusta la etimología que el nombre de Sofía y la palabra “sabiduría” son dos caras de la misma moneda. Desde luego, esta anécdota de la biblioteca era totalmente significativa y esperanzadora.

Pero el momento de tocar la flauta parecía hacerse esperar. La Sala de conciertos esperaba la llegada de una excursión que iba a visionar allí un vídeo sobre la historia y las excelencias del Castro de Viladonga. Así pues, Sofía decidió acompañar a un grupo de flautistas de la OFG que iban a ver el propio Castro. Un pequeño sendero de subida era lo que los Castrexos habían ideado a modo de alfombra roja para acceder a su preciado recinto. Los restos de la muralla advertían de que estabas entrando en un lugar fortificado y que en su momento preservaban y protegian un lugar lleno de vida. El acceso al interior del Castro parecía actuar como una puerta virtual en las murallas que te advertían de que no sólo estabas dando un paso en el espacio sino también en el tiempo. Y allí estaba Sofía en el centro de la historia. Sí de la historia de la provincia de Lugo y también en el centro de esta historia de flautistas. Sofía aprovechó la ocasión para mostrarle a Pablo una vivienda del Castro sobre la que le había tocado hacer un trabajo en su anterior visita con el cole; y es que, al final, lo del colegio iba a tener su gracia. Por otro lado no pudo dejar de imaginarse que si el lunes por la mañana nevase mucho y no pudiese ir al colegio quizás no sería una gran decepción.. ¿o si?. Bueno, eso tendría que pensarlo luego junto con lo de los kilómetros del coche.

El caso es que distraída con su divagación mental, no se había dado cuenta de que Pablo se había querido convertir en Jesús Calleja, y cual montañista estaba empeñado en hacer subir al grupo de flautistas a las murallas del castro.  Su argumento era que desde allí la vista del lugar era mucho mejor. Así que ahí tienes a aquella expedición con Pablo en el papel de sherpa seguida por Salva, Oliva, María, Miriam y algún otro que se animó ante la profesionalidad y lo novedoso de aquellos equipos de montaña: camisa negra, pantalón negro de vestir y zapatos de suela; ¡toda una revolución en el montañismo!. A pesar de ello, la insólita expedición coronó con éxito la ascensión y pudieron disfrutar de una espléndida panorámica. Allí a sus pies, estaba aquella antigua ciudad fundada por celtas que posteriormente había sido de los romanos y que hoy era de los flautistas de la Orquestra de Frautas de Galicia. Después de unos momentos de debate, se decidió que lo de poner una bandera conmemorativa del momento con el logo de la OFG quizás era excesivo pero que una foto sí que era imprescindible. Mientras algunos se hacían las fotos que serían alimento de Facebook y las redes sociales, Sofía observaba con atención  aquellos restos de antiguas viviendas que databan de los siglos II y III. Nuestra joven flautista entrecerró los ojos, aguzó el oído y sintió la suave brisa en su cara. La caricia del sol sumada a aquella melosa brisa pareció llevarla a un estado de letargo en el que juraría que había oído unos leves sonidos a modo de flautas que venían del Castro. Pero ella no creía en los espíritus, ¿o sí?. Se le estaban empezando a amontonar las cuestiones sobre las que luego tendría que meditar.

Lo que sucedió a continuación rompió totalmente ese momento de tranquilidad y placer y Sofía lo pondría en ese cajón que los mayores llamaban “adrenalina” y que ella llamaba simplemente “excitación”. ¿Por qué sería que cuando uno se hace mayor además de tomar café tiene que empezar a hablar de una manera tan rebuscada?. Pero bueno el caso, es que cuando cuando entraron nuevamente en el Museo, pareció que la orquesta se ponía en pie de guerra. Allí estaban todos sus compañeros y amigos de Lugo, de Ribadeo, Viveiro, Sarria, Coruña e incluso Madrid en plena actividad. Todo el mundo estaba montando atriles, colocando sillas, desenfundando partituras, cogiendo flautas, regulando la altura de los atriles, y todo ese tipo de parafernalia que precede a un ensayo. Después de ese momento de ajetreo dedicado a la intendencia, Sofía, al fín,  pudo sentarse en su sitio y coger con todo su cariño a su querida flauta. Finalmente había llegado ese ansiado momento de poder tocar su flauta y que tanto se había hecho esperar. Sofía cogió aire profundamente, colocó sus dedos apropiadamente para tocar un “la” y sopló con energía haciendo vibrar el aire del Castro de Viladonga dentro de su flauta. Nunca unos oídos fueron tan selectivos. A pesar de que en aquel mismo momento muchos otros flautistas parecían querer competir por aquel espacio sonoro común, Sofía pudo escuchar y distinguir a su flauta sonar de una manera especial. La joven flautista siguió haciendo esa magia que sólo pueden hacer los músicos que consiste en coger aire y convertirlo en sonido. Ella escuchaba con verdadera atención aquel hermoso sonido que venía de su flauta. Sofía estaba embelesada y pensaba que nunca había escuchado anteriormente a su flauta emitir un sonido tan precios como ese día. Por un momento, le vino a su cabeza aquel otro sonido que le pareció escuchar en el Castro y que recordaba extrañamente al modo en que hoy sonaba su flauta. Sofía se estaba dando cuenta de que aquel iba a ser realmente un concierto mágico y del que nunca se olvidaría. Por otro lado, ya después decidiría si aquello de los espíritus tenía algún sentido o no, e incluso a lo mejor hasta le preguntaba su opinión a alguno de los “tomadores de café”.

Ese momento íntimo de Sofía fue seguido del ensayo general de la orquesta de flautas. Se ensayaron algunos fragmentos del repertorio, Salva dió unos consejos sobre la colocación de la orquesta, sobre el orden de las partituras y sobre todo aquello considerado necesario para que el concierto fuese todo un éxito. Terminado el ensayo, llegó el momento de la foto. Todos lo flautistas salieron al exterior y a Sofía, como era habitual, le tocó agacharse en la primera fila. Eso sí, en esta ocasión estaba en el medio y medio de la orquesta. Pasado ese momento de la foto, todos los flautistas se dirigieron al interior del Museo donde el público iba llenando la sala. Por su parte, los músicos volvían a estar en la biblioteca del Museo esperando el inicio del concierto. Solamente quedaban unos minutos para empezar y todos los miembros de la Orquestra de Frautas de Galicia estaban ya dispuestos con las flautas en sus manos. Salva, en su papel de director, los reunió y les dió una pequeña charla de la cual Sofía no estaba segura de haberse enterado del todo, y es que tenía que reconocer que en esos momentos sentía mucha “adrenalina”. Anda, había pensado “adrenalina” en lugar de “excitación”, ¿sería que se estaba haciendo mayor?. Sin duda esa noche iba a tardar en dormirse debido a la “adrenalina-excitación” y todas las cosas que había postpuesto para pensar. En ese momento, se abrió la puerta y por fin llegó el momento de salir al escenario. Sofía dirigió sus pasos hacia el lugar que le correspondía, se sentó y se preparó convenientemente. El salón de actos estaba literalmente abarrotado. Allí pudo Sofía reconocer muchas caras amigas y otras que no reconocía pero que también le transmitían buena energía. Se veían cabezas estirándose en busca de una mejor visión, sonrisas, algunos comentarios en voz baja y todo el mundo parecía estar contento y expectante. Sofía no tardó en situar a la bancada de su familia, con sus padres, su hermana, su tía y su abuela que era una de sus mayores fans y que no se perdía ni uno de sus conciertos.

A continuación, Elena, en nombre del Museo del Castro de Viladonga, hizo una cordial e interesante presentación de la orquesta y del concierto. Después de sus palabras, se produjo un “sonoro” momento de silencio con el que el público supo dar de ese modo la palabra a la orquesta. Salva desde su lugar de concertino miró a la orquesta de una manera que parecía que iba dirigida a cada uno de ellos en particular y que servía para comprobar que todos los flautistas estaban perfectamente preparados. Sofía una vez más creyó oír un sonido de flauta proveniente del Castro de Viladonga, eso sí, acompañado por el ritmo febril con el que latía su corazón en ese momento. Salva levantó su dorada flauta para dar comienzo al concierto de la Orquestra de Frautas de Galicia. El ansiado momento por fin había llegado. Salva dibujó en el aire con seguridad y firmeza ese gesto tan característico que daba la entrada a la música. Sofía tomó aire.... y sopló.

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